Cuando era pequeña, odiaba mi cumpleaños. El 3 de Febrero siempre hace frío, viento, el cielo está nublado y nadie quiere salir de casa después del colegio. Mis celebraciones de cumpleaños eran pequeñas odiseas en las que me desesperaba para convencer a mis amiguitos para venir a verme, y les sobornaba con ración doble de caramelos de cumpleaños en el recreo. ¿Por qué no había podido yo nacer en primavera, como la gente inteligente? Hoy en día, me imagino celebrando mi cumpleaños en la pista de patinaje sobre hielo o en la bolera, pero en los años 70, en España, cumplir años a principios de Febrero era una llamada segura al ostracismo social.
Tardé muchos años en reconciliarme con este mes extraño, frío y oscuro, que está en medio de la cuesta de Enero y de las heladas de Marzo sin parecer encontrar del todo su sitio... ¡pero que ciega pude haber estado! Febrero es todo magia, y vida latiendo, y poder dentro de mi cuerpo de mujer en ebullición, energizándome y encaminándome a cumplir sin tardanza todos mis sueños. Y todo esto sin café ni Redbull.
Mientras preparo este artículo sobre la fiesta de Imbolc, la llegada de las luces, me cuesta recordar como era vivir en un Universo en el que el paso de las estaciones era poco más que un cambio de nombre en el calendario y la incomodidad del cambio de vestuario. Cuando tenía que comprobar en mi calendario de sobremesa el mes para estar segura de cuándo vivía y no me bastaba sacar la nariz por la ventana para saber que los cambios de estación se avecinaban. Cuando la lluvia o el sol me tomaban por sorpresa al salir a la calle incovenientemente vestida, en vez de sentir en los huesos y en los músculos, antes de levantarme de la cama, exactamente el día que me espera. Cuando no sabía lo que era latir al unísono con toda la vida que me rodea.
Uno de los regalos más preciosos de seguir las celebraciones de la Rueda del Año es tener un calendario estacional perpetuo en tu corazón, que te hace "presentir" lo que se avecina en la Madre Tierra antes aún de que los cambios sean palpables para el resto de los seres humanos. Las brujas, conectadas permanentemente a nuestra madre, oímos el arrullo de las palomas haciendo el amor en la azoteas, entre los ruidos del tráfico de la ciudad ajetreada y sentimos en la piel las primeras nieves cayendo en las montañas lejanas, cuando es sol veraniego aún pica en nuestra ventana. Viviendo con naturalidad entre el tráfico y las bocinas, cada día, cierto tipo de epifanías que parecen reservadas a unos pocos que, cuando en un viaje excepcional a lo salvaje se encuentran con un paisaje especialmente hermoso en la soledad abrumadora de la naturaleza, tienen la fortuna de ser por unos instantes conscientes de la enormidad y de la grandeza y del poder mágico de este pedrusco gigante en el que vivimos, flotando en el cosmos. Sólo por eso, ya merece la pena hacer el esfuerzo, vivir con los ritmos y ciclos sagrados de la Madre Tierra y disfrutar del año perpetuamente cambiante y mágico, frente a las dos temporadas, frío y calor, que se empeña en enseñarnos el telediario.
Mientras escribo, como te contaba, y me pongo a pensar en un pasado desconectado de la naturaleza que apenas recuerdo, las (muchas) plantas con las que convivo han empezado ya a salir del profundo sueño del invierno, y me muestran sus primeros brotes de una primavera que empieza, lentamente, a nacer en Febrero. Mi flor de pascua, exhausta por haber sido obligada a florecer fuera de su temporada natural, para poder ser vendida en las Navidades en los centros comerciales, y que parecía muerta, acaba de regalarme con un pequeño brote, tal y como las flores de pascua suelen hacen siempre si tienes la paciencia de dejarlas descansar, si las hablas, alimentas y aseguras que confías en que podrán superarlo y que tú las cuidarás.
Podría escribir sobre los colores, las diosas, el simbolismo de esta fiesta sagrada de agradecimiento porque lo que damos por seguro nunca lo es tanto y no puede borrar la maravilla de vivirlo una vez más, año tras año. Pero dejo eso para otro momento y te dejo con esta imagen de mi flor de pascua revivida. Volviendo a la vida. Creciendo hacia una luz que, a su vez, crece y crece.
No muy diferente a lo que está ocurriendo, en éste mismo momento, en lo profundo de tu alma hermosa y mágica de mujer.
Hola Brigit, estamos preparadas para volver a crecer.