Cuando el Velo se Adelgaza: Las Antesterias y el Regreso de los Muertos
- Soror Cane
- 6 feb
- 3 Min. de lectura

Febrero... En esta época del año, la sensación de que el velo entre los vivos y los muertos se adelgaza es más fuerte que nunca. Si últimamente sientes una extraña conexión con el pasado o percibes una presencia más que sutil en los rincones de tu casa, no te asustes: nuestros ancestros ya conocían esta sensación y la honraban con rituales sagrados. Hoy hablamos de las Antesterias, la antigua festividad ateniense que nos recuerda que los muertos no están tan lejos como a veces pensamos.
Las Antesterias eran una de las festividades más antiguas de Atenas, celebradas durante el mes de Antesterión (febrero-marzo), en honor a Dioniso y a los espíritus de los difuntos. Se extendían durante tres días de rituales, vino y sombras que volvían a caminar entre los vivos. No se trataba sólo de un festival de celebración del vino nuevo, sino también de una de las pocas ocasiones en las que los atenienses reconocían que los muertos tenían un papel activo en la vida de los vivos.
El primer día, conocido como Pithoigia, marcaba la apertura de las ánforas del vino nuevo, fruto de la última cosecha. Se ofrecían libaciones a Dioniso, porque el vino es considerado su regalo divino a la humanidad. Pero no nos confundamos y veamos las Antesterias con nuestros ojos modernos, considerándolo como un festival de la fiesta y la embriaguez:el vino, como el contacto con lo divino, desataba estados alterados de conciencia y abría puertas a realidades ocultas que normalmente permanecen cerradas a nuestros ojos humanos.
El segundo día, la Choes, era el más enigmático. Se celebraban competiciones de bebida en silencio y cada persona debía beber su jarra de vino sin hablar. Mientras tanto, se realizaban rituales secretos en el santuario de Dioniso en los pantanos, un lugar al que solo el sacerdote del Dios podía acceder. Era un día en que los espíritus de los muertos vagaban entre los vivos y, para evitar encuentros indeseados, la gente se protegía con ritos apotropaicos, como disfraces y mascaras grotescas para engañar a los difuntos y evitar que se les llevaran consigo.
El tercer día, la Chytroi, era el momento de despedir a los muertos. Se preparaban gachas de semillas para ofrendarlas a Hermes Ctonio, el mensajero de los dioses y guía de las almas. Los espíritus, tras haber vagado libremente, eran despedidos con la frase: "¡Fuera, Keres! ¡Ya terminaron las Antesterias!", asegurando así que no quedaran atrapados entre los vivos.
Las Antesterias nos recuerdan que nuestros ancestros no concebían la muerte como un punto final, sino como una presencia constante que requería reconocimiento y respeto. Así como en la Parentalia romana se cuidaba la memoria de los ancestros, para evitar que se convirtieran en espíritus errantes, los atenienses establecieron un tiempo específico en el que los vivos y los muertos podían convivir, antes de cerrar nuevamente las puertas entre los mundos.
Igual le damos la espalda, pero hoy en día la sensación de que el pasado nos toca sigue presente muy presente. Si en estos días sientes que los recuerdos afloran con más fuerza o que una presencia antigua te acompaña, quizás estás sintiendo el eco de las Antesterias. Así que honraemos a quienes vinieron antes. Encendamos una vela, hagamos nuestras ofrendas y brindemos en su memoria. Porque, como sabían los antiguos, los que partieron nunca desaparecen del todo: siguen con nosotros, esperando ser recordados. Ellos siempre nos recuerdan.
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